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Nos debemos un café
No es que el café me de insomnio, es que me hace soñar despierto.
Anónimo
Sí, ya sé que nos hemos tomado muchos.
Pero nos debemos un café.
Ese que tiene el sabor al fogón de la abuela,
el que sabe a madrugada,
el que interrumpimos para darnos un abrazo cómplice,
para compartir soledades y repartir silencios,
para poner en comunión las alegrías.
Nos debemos un café.
Ese que, por absurdo que parezca, reemplaza al vino
en una noche de pasión.
Nos debemos un café, compañera.
El que está hecho con agua bendita
y hojas de hierbabuena.
Nos debemos un café para llorar ausencias
y mitigar dolores,
para soñar despiertos y seguir creyendo en la vida.
Nos debemos un café.
Bajo el cielo de París, de Roma o de Macondo.
Nos debemos un café.
El que abre la puerta para otro encuentro
y, de nuevo, volvernos a tomar ese café
que siempre, nos quedamos debiendo.
ck)